El encarcelamiento de Otto Pérez Molina, el expresidente de Guatemala que ha sido recientemente encarcelado después de las presiones populares y el accionar decidido de la fiscalía, quiere ser visto como el primero de los muchos mandatarios que dejarán su cargo en una "primavera Centroamericana".
No sería correcta la etiqueta otorgada ya por algunos medios y analistas, entre otras cosas porque en Centroamérica está llegando el otoño.
Más allá de esta consideración, lo que está claro es que el descontento político, antes encausado por los partidos o atomizado por organizaciones o por sociedades civiles dispersas, pueden organizarse descentralizadamente a través de las redes sociales.
En Honduras, México y otros países de la región, la admiración al pueblo guatemalteco ha generado no sólo envidia por su valentía y civismo, sino también ganas de emular la hazaña.
Utilizando todas las herramientas sociales que internet pone a su disposición, la ciudadanía de varios países ha reaccionado con entusiasmo y decisión para intentar cambiar las cosas.
Desde un punto de vista de la comunicación, la pregunta que aún está en el aire es: ¿Cómo gestionar este nuevo descontento, si no se tiene ni siquiera el conocimiento ni la sensibilidad de lo que son las crisis en redes sociales?
La adopción de una cultura abierta y permeable a las redes sociales se tomó como moda superficial, pero no tenerla en cuenta de manera seria, orgánica y profesionalizada ha dado como resultado un cambio desorganizado que incluso ha derivado en violencia incontrolada en diversas regiones del mundo.
El descontento primero se detecta y se debería intentar combatir las causas que lo originan, pero, ¿y si ni siquiera se ve, considera o estima conveniente escuchar los reclamos digitales? Los resultados están a la vista. Ya sucedió con el norte de Africa y Cercano Oriente. Ahora fue el turno de Guatemala. ¿Quién es el siguiente?