Para lo bueno y para lo malo, la comunicación instantánea tiene un flujo ininterrumpido de información que puede magnificar cualquier historia, tanto si es verificada como si es completamente falsa.
En el caso de la comunicación en los momentos posteriores a un atentado terrorista, cualquier dato se da por fiable y a mucha gente no le da importancia saber si éstos provienen de medios profesionales o de rumores de las redes sociales.
El terrorismo deja los sentimientos a flor de piel y cualquier acto se magnifica, generando repudio visceral o aceptación acrítica.
Es también en el fragor de los acontecimientos en el que se toman algunas decisiones que pueden afectar la libertad de expresión con el pretexto de que ciertas decisiones nos darán más seguridad.
La comunicación del terror es una ventana de oportunidad, tanto para los terroristas para difundir su mensaje con eficacia, como para cualquier autoridad que quiera mantener el control sobre su población.