Desde hace unos años, parece que la gente se distrae fácilmente. No se trata de un efecto del COVID-19, sino de una constatación de que cada vez suceden más cosas, algunas verdaderamente importantes, y la gente parece que no se inmuta de lo que sucede a su alrededor.
Esta sociedad anestesiada sigue pendientes de líderes de papel que no cumplieron ni una de sus promesas durante el tiempo que tuvieron el poder de conseguirlo.
Parece que se trata de una manera de poner la mirada en ninguna parte. Quizás solo al pasado si éste interesa políticamente, pero solo a una parte de lo que sucedió, porque no todo lo antiguo tiene valor según a quien se le pregunte.
La comunicación, la sospechosa habitual
El resultado de la distracción de la gente es la enorme cantidad de estimulos que le brindan millones de emisores. Los más cursis los llamarían creadores de contenidos. En realidad, son personas que han aprendido a hacer comunicación a su manera.
Esa “manera” ha acabado de impregnarlo todo.
Se creía que el discurso de los “influencers” sería una moda pasajera, pero lo que está sucediendo es que sus estrategias están siendo adaptadas por todas las organizaciones: políticos, artistas, deportistas, empresarios… Ahora, todos quieren ser influencers.
Sin embargo, la manera de comunicar de los influencers reduce el discurso en una sucesión de “happenings” en los que trabajan decenas y a veces cientos de personas para generar una impresión, más que mensajes que puedan ser tales.
El discurso influencer es potente en su vacuidad
Aunque pueda parecer un contrasentido, la obsesión por la imagen y por contenidos de consumo inmediato que generan desde el mejor buen rollo hasta la bilis más negra que un ser humano pueda echar por la boca sin ahogarse confluyen en lo mismo: la generación de impulsos dirigidos a la emoción, a la dermis mental de los individuos.
¡Y funciona!
Vaya que funciona.
El reto está en lograr que mensajes más elaborados sean percibidos por una opinión pública distraida con los fuegos de artificio. El problema es que los fuegos de artificio son incesantes, llamativos y bonitos. Nadie quiere perdérselos, porque sabe que son efímeros.
La no comunicaciòn de lo superficial
Si atendemos a los cánones de los teóricos de la comunicación, se necesita la retroalimentación para conseguir que la comunicación sea eficaz. A lo que no se enfrentaron los clásicos de la comunicación de masas es al tsunami de millones de comunicadores y a la comunicación en base a clicks de un botón o a respuestas de apenas dos o tres palabras.
La no comunicación de lo superficial es lo que permite estar en todos lados todo el tiempo. De ahí que se vislumbre pocos cambios de calado a nivel social, porque la gente, en realidad, está distraída. No es capaz de detenerse a reflexionar si todo el tiempo siente que se le exigen respuestas y apenas es capaz de responder con clicks, emoticones o balbuceando unas pocas palabras.