El ejercicio del poder desgasta.
Sin embargo, la llegada de las redes sociales ha acelerado y profundizado ese desgaste.
Los políticos en ejercicio deberían de tener en consideración las redes sociales para matizar o intentar contener el descontento que, primero, no les dejará gobernar y, segundo, les dificultará volver a ganar una elección.
Y, aunque parezca una pregunta personal, los políticos deberían preguntarse: "¿Por qué me odian?".
¿Por qué me odian mis electores?
¿Por qué me odian los que no me votaron?
¿Por qué me odian los que se abstuvieron?
¿Por qué me desprecian los periodistas?
En México, la impopularidad del Presidente Peña Nieto en el país se debe en gran medida a la impericia con la que su equipo ha gestionado la comunicación, tanto en medios, pero sobre todo en redes sociales.
No es creíble que el que fuera "candidato de las televisiones", ahora tenga una imagen pública y mediática tan deteriorada y el nuevo no atina a gestionarla de manera eficaz.
O antes no recibía tanto trato de favor en los medios o ahora no cuenta con el mismo equipo que lo llevo a la presidencia.
De esta forma, los avances en su administración (reforma de PEMEX, cambio en la educación, éxito de empresas mexicanas extendiéndose en el extranjero, entre otros) se han visto eclipsados por temas graves (la "Casa Blanca" de su esposa Angélica Rivera, la fuga de "El Chapo", la violencia y la inseguridad en el país, entre otros), pero también por otras situaciones más o menos superficiales (las relaciones con Angélica Rivera, el séquito con el que se acompaña en sus viajes internacionales, entre otros).
En nuestra época en donde cada vez las redes sociales forman la opinión de más y más personas, el "Indice de aprobación" debería de complementarse con un "Indice de odio".
Puede que haya un porcentaje relevante de gente que apruebe o tenga una imagen neutral de un político, pero si hay un grupo empoderado por las redes sociales que difunden el odio contra un gobernante y no se hace nada para remediarlo, la mala imagen se acabará instalando, primero en ordenadores, tables y smartphones, para luego influir en las mentes y corazones de los ciudadanos.