En los primeros días en la alcaldía de Manuela Carmena se han sucedido una serie de situaciones que la han dejado tocada ante la opinión pública on y offline.
Ya es de sobra conocida la renuncia del fugaz concejal de cultura y la demanda de cese/renuncia de la portavoz.
La sensación que se ha generado es de descontrol, no sólo en la gestión, sino en la imagen del flamante ayuntamiento.
Desde el punto de vista de la comunicación, los errores (o excesos, según se mire) de las personas involucradas en sendos escándalos, no se ha manejado de la manera más apropiada.
- Se ha mostrado cierta lentitud en la respuesta ante hechos que han inundado las redes sociales, que requieren una respuesta inmediata, aquí y ahora
- Se han lanzado mensajes ambiguos sobre los casos, quizás porque no había un criterio previo ante este tipo de situaciones
- Se ha mantenido la exposición mediática sin tener un discurso claro
Si bien no se le hubiera perdonado a Carmena no dar la cara justo al inicio de su mandato, y más teniendo que rendir cuentas por las personas de su equipo, la comparecencia ante los medios sin una respuesta definida proyecta una imagen de improvisación.
Es pronto para pensar en que esto le costará más que un gran dolor de cabeza durante sus primeros días, pero sí es un aviso serio para navegantes, para que atienda el flanco de las redes sociales y los medios de comunicación. El favor ganado en éstos se puede perder en muy poco tiempo.