El Defensor del Lector de El País ha publicado El desalojo de los "trolls", en donde justifica la nueva política de participación de los lectores en la sección online del diario.
Es evidente que la participación supuestamente "anónima" de algunos lectores enturbia la participación y discusión serena de los usuarios moderados.
Indicar que es una participación supuestamente anónima, puesto que es posible detectar los IPs desde donde se produce o establecer medidas desde un punto de vista tecnológico -y por lo tanto imparcial- para detectar a los verdaderos spammers y "trolls".
Es verdad, que tras un insulto no es fácil mantener a raya el malestar y eso da lugar a la polarización en una discusión y a la huida de los lectores más mesurados.
Sin embargo, no se trata de una decisión fácil, ya que eso implicará con toda seguridad una disminución significativa de la participación.
La pregunta que se plantea es si el público que dejará de participar podría dar lugar a discusiones de mayor nivel, porque la mesura no es sinónimo de calidad.
De la misma forma, el supuesto "anonimato" no es sinónimo de que todas las personas que lo utilicen sean "trolls", sino que puede ser que ciertos usuarios se sientan más cómodos expresando su opinión de manera más libre.
Existe una fina línea entre restringir o condicionar la participación pública de los lectores en un medio o dejarlo abierto para que se dé una discusión en donde todo pueda pasar.
Cruzar esa línea o dejar las cosas como están puede ser una decisión más importante de lo que se puede pensar a bote pronto.
Una alternativa que se ha ensayado con éxito desigual es la de promover la participación a través de distintos canales, ya sean propios (eskup) o de terceros (Twitter, Facebook, entre otros).
Lo que parece evidente es que hay que tomar decisiones y que El País ha tomado la suya y en donde varios estarán pendientes de su resultado.