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El odio, más que el partidismo

En la actualidad en la política española y de otros países, hablar de los gabinetes de comunicación y su relación con la prensa es hacerlo necesariamente de la "venta" de relatos enfrentándose en realidades paralelas.  

Lo que más preocupa sobre esta deriva es que al no establecerse un terreno común, que debería ser establecido por un marco jurídico establecido y datos basados en hechos, se entra en una dinámica de gestos, discursos y relatos que buscan imponerse a cualquier precio y que alejan cualquier posibilidad de acercamiento entre las partes enfrentadas.

La comunicación de los partidos políticos españoles o los exabruptos de Donald Trump han pasado de ser partidista a generarse en base al odio por el contrario o por el que disiente.  Esto no sólo empobrece cualquier posible debate, sino quema los puentes necesarios para la gestión eficaz, tal y como ha quedado demostrado todos los días, especialmente en todo lo relacionado con el conflicto político en Cataluña.

Es consultar cualquier medio de comunicación y no se sabe a ciencia cierta quien dice la verdad, ya que desde cada trinchera se habla de una una situación determinada, pero cada interpretación es diferente y muchas veces contrapuesta.

Propaganda o relaciones públicas

Quizás no se haya hablado con suficiente claridad sobre el papel de los profesionales de relaciones públicas en estos procesos en donde la propaganda se ha querido hacer pasar como acciones de comunicación.

Hay responsables políticos que no saben lo que la diferencia entre agencias de prensa o comunicación, y exigen a sus responsables a hacer cualquier cosa con tal de salir en medios y redes sociales, y algunos de éstos han respondido con exabruptos.

Es un proceso en el que todos están manchados: los políticos sedientos de atención (attention whores, les dicen en otros lados), los medios otorgando espacio e incluso jaleando a uno o varios bandos, y el silencio de la sociedad que asiste entre atónita, militante e indiferente a esta lucha encarnizada entre los suyos, sus enemigos o esa panda de payasos.

Las acciones, por ejemplo, de los lazos amarillos en Cataluña ha pasado de ser un símbolo a un arma, una fuente de conflicto.  Casi se ha olvidado el motivo que ha dado su origen porque se ha sustituido por un nuevo enfrentamiento.

Se echa de menos una comunicación más partidista, basada en propuestas e ideas, que el odio que inunda los medios, las redes y, en última instancia, las calles y los hogares. 

¿Cómo resolver este embrollo?  Cerrando el grifo a la propaganda, pero es que hay muchos que viven bien "en contra" de algo o alguien, y se quita de la tarea de pensar constructivamente, de comparar sus ideas con la realidad y con convencer con argumentos racionales, más que con tirones de tripas y bilis.

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